lunes, 26 de julio de 2010

Del que algo sea constante no significa que sea necesario

Con el título de la crítica de la causa de David Hume, filósofo empirista británico, se puede explicar la pesada situación que viví ayer...

Llegó la hora de volvernos a León, pues habíamos pasado el día en Gijón, y teníamos que cojer el tren en la estación a las 8:20. Bien, ese tren esta muy solicitado, y normalmente se venden más billetes que asientos hay en el tren, por lo que si coges tu billete muy tarde o en el propio tren no tienes derecho a asiento. Vale pues nosotros decidimos subirnos al tren en la segunda estación de Gijón, porque la primera nos quedaba muy alejada de donde nos encontrábamos. Por supuesto, teníamos los billetes del tren desde hacía 2 días, en concreto con las plazas 17 y 18 del coche 1.

Bueno, al subir al tren comprobamos que la multitud era poca, y que muchiiiisima gente se encontraba tirada por los suelos buscando una pared para apoyarse... en fin, avanzamos hasta nuestros asientos que estaban al otro lado del tren y nos encontramos con que nuestros 4 asientos están ocupados. Dos compañeros deciden volver atrás a ver a un amigo porque tiene un asiento libre, pero mi otro compañero y yo decidimos revindicar nuestras plazas.
Los dos ocupantes eran una parejas de "ancianos", por lo que ya de por sí era complicado de razonar. Bueno, me acerco y digo con total amabilidad que están ocupando nuestros asientos. El marido mira a su mujer y le dice con un tono elevado que estos dos chicos tienen estos asientos, que ahora tendrán que pasar el resto del viaje de pie, que en su época no era normal que las personas ancianas tuvieran que viajar de pie, todo esto como dando a entender que merecían estar en nuestros asientos. Parece totalmente lógico que lo correcto sería que les cediéramos nuestros asientos, pero en medio de todo el barullo una pareja de chicas que estaban a la derecha que iban a Oviedo cedieron su asiento a los ancianos que ocupaban los nuestros (que noble ¿no?) pero lo que el tren no sabía era que esos asientos eran los de nuestros dos compañeros, porque esas dos chicas se habían sentado en un lugar que no les correspondía.
Añadamos que el resto del viaje la pareja de ancianos (aparte de no parar de mirarnos mal) empezaron a discutir con dos mujeres que teníamos delante que no es normal que personas de su edad tuvieran que viajar de pie en un trayecto de tres horas, pero ahora yo pregunto, ¿Se habían preocupado de cojer a tiempo sus billetes?, NO, y por consiguiente las personas que sí lo han hecho merecen sentarse y si ellos viajaron sentados fue porque nuestros dos compañeros les cedieron sus asientos...

De la generosidad a la estupidez hay un paso muy pequeño, si muchas veces te ceden el asiento en el tren porque seas una persona mayor, no significa que siempre te tengan que dejar el asiento, ni que no necesites comprar tu billete a tiempo, y mucho menos te sirve con responderle al revisor que no sabías que había que comprar los billetes a tiempo...

En la vida toca fastidiarse muchas veces, y la mayoría de las cuales acaban cobrando justos por pecadores, y ayer se vio claramente un ejemplo de esta historia.

Disculpe quiero cobrar dinero del banco aunque yo no trabaje, porque como he sido un vago toda mi vida no quiero morirme de hambre. Dale tu bocadillo a un hombre seis días de una semana, y el séptimo día cuando no se lo entregues te reprochará el no haberlo hecho en lugar de agradecerte el dárselo los otros seis.

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