jueves, 3 de noviembre de 2011

Tú decides el cambio.

Frustración, pena y rabia. Monotonía sin sentido. ¿No notas que todos los días te levantas con la misma cara triste? Una cara triste y cansada que mira a un despertador que cumple su función como siempre, a la misma hora y con el mismo entusiasmo?
Sin embargo, hoy es diferente. No sabes por qué, pero algo en tu interior te dice que ya es hora de cambiar esa expresión turbia de tu cara por una sonrisa. Una sonrisa sin sentido si, pero una sonrisa al fin de cuentas.
Ahora es cuando toca pensar... ¿por qué sonrío? ¿qué ha cambiado?

Tú.

Aún no te has dado cuenta, pero hay algo nuevo en ti. Algo bueno, algo alegre. Algo que logra, sin saber cómo, que un tipo triste decida hacer algo bueno con su vida: disfrutar del día.

Adormilado, te levantas de la cama y vas al baño. Curiosamente te miras en el espejo y te fijas en tu imagen. "Creo que ya es hora de afeitarse" te dices y a continuación te das una refrescante ducha y te pones tu camiseta favorita.

Bajas a la calle entusiasmado por ver que es lo que el destino te deparará hoy. Quizás tus padres te dén un regalo, conozcas a alguien famoso o te encuentres con un amigo de la infancia que hace mucho tiempo que no ves. En fin, es hora de ponerse a caminar.

Hace un día espléndido y ¿qué mejor manera de aprovecharlo que dando un paseo por el parque? Mientras avanzas te percatas de pequeños detalles en los que nunca te habías parado a pensar: El sonido del viento, los gorriones persiguiendo unas migas de pan, un anciano jugando con sus nietos, una pareja abrazada junto a la fuente, un perro corriendo persiguiendo a una ardilla juguetona...
Todo parece perfecto. A lo lejos observas un banco libre. Te acercas lentamente hasta él y te sientas.

Cierras los ojos y tu mente se queda en blanco. Solamente escuchas tu respiración y los latidos de tu corazón. Notas tranquilidad y paz.
Nunca habías sentido algo así. ¿Será esto la felicidad de la que tanto hablan? Puede ser, tus recuerdos sobre ella se desvanecen con el tiempo. Sin embargo, una imagen de la infancia aparece en tu mente. Estás contento. Ves a un niño despreocupado que juega y se ríe en el patio de su casa y no llegas a comprender por qué de pequeño eras así. (...) De repente hayas la respuesta. Los sueños.
De pequeño yo tenía sueños. Si... que ingenuo era... ¿o soy?

Cierto, todos tenemos un objetivo, una meta, un sueño. Un "algo" que nos impulsa a luchar por lo que queremos. Yo lo he perdido, pero creo que ya es hora de recuperar la fe. Ha llegado el momento de volver a soñar, de imaginar, de disfrutar por conseguir algo o al menos de saber que lo has intentado con todas tus ganas. Es probable que encuentres baches y personas que te digan que persigues algo imposible y que no merece la pena vivir en las nubes.
Que lo mejor que puedes hacer es volver a tu casa, a tu trabajo y aceptar que tu vida es una mierda. Incluso cuando todo parece ir bien y estás a punto de conseguir tu objetivo puede ocurrir algo que cambie todo, que haga que tus cimientos se vayan abajo contigo a su lado.
¿Y qué es lo que vas a hacer? ¿Dejar que la realidad pueda contigo? ¿o levantarte y volver a intentarlo?
Es un golpe duro sí, pero al menos prefiero creer que he hecho todo lo que estaba en mis manos para salir adelante y no me he echado atrás. He luchado por mis sueños y he caído con y por ellos.

Con todo esto en mente abres los ojos y descubres que el parque está vacío. Las luces de las farolas indican que ya es hora de volver a casa y, sin saber como, te preguntas cómo es posible que hayas estado todo el día pensando en un banco solitario.
Subes las escaleras de tu casa, entras en tu habitación y te metes en la cama.

Hoy tu vida ha cambiado y ahora que has decidido volver a soñar sabes con toda certeza que todo va a ir bien.

"La felicidad es un camino muy duro, sabes que vas a fracasar desde el principio, pero hay algo en tu interior que te dice que merece la pena intentarlo".


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